Michel Foucault (1977), argumenta que el análisis del poder no debe postular, como datos iniciales, la soberanía del Estado, la forma de la ley o la unidad global de una dominación; más bien éstas son sus formas terminales. El poder no se genera a partir de una opción o decisión individual, sino de innumerables puntos, y en el juego de relaciones móviles y no igualitarias.