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Instagram Stories

El valor de las nimiedades y la producción de las microcelebridades 

 

Pensemos un momento sobre el efecto de Instagram Stories. Por un lado, han permitido que las personas expongan, además de las fotos de su persona que editan y seleccionan cuidadosamente, los momentos no tan significativos de su vida cotidiana. Dicho de otro modo, las Historias producen que nimiedades no tan estéticas como el plato de la comida, el café preparado por la mañana, las gotas de la lluvia y las situaciones de euforia en el fin de semana adquieran un valor de exposición social desde lo fugaz, lo instantáneo y lo temporal. Por algo, sólo duran veinticuatro horas. Su contenido no se le piensa desde lo permanente como las imágenes que se suben al perfil, a menos que se elijan en la sección de “destacadas”: stories que merecen pasar al terreno de lo permanente o lo no caduco.

 

En este sentido, al emular el formato de Snapchat, la plataforma de Instagram ha logrado que la participación de las personas aumente considerablemente y, por consiguiente, que las imágenes de la actividad humana que antes no se subían por considerarse intrascendentes se traduzcan, hoy en día, en un dato que puede ser extraído por algoritmos y medido e interpretado desde una óptica inserta en la economía de los datos. Mejor dicho, ahora la insignificante taza de café que uno sube todos los días a las 8 de la mañana para indicarle a sus amigos que está trabajando, se vuelve un objeto digital que alimenta las dinámicas de inteligencia algorítmica de la plataforma. De ahí que Instagram ya no sólo reconozca las fotos emblemáticas de tus viajes que subes en tu perfil, sino también tu consumo de café a las 8 de la mañana, el cual, no subías sin el formato de Historias.

 

Ahora bien, por otro lado, las Stories no sólo alimentan la maquinaria de inteligencia algorítmica de la plataforma, también han generado nuevas identidades y comportamientos humanos. Pensemos hace diez años. Seguro sería raro observar a alguien hablándole a su celular, tal como si se dirigiera a un montón de seguidores, o como si le diera consejos a su celular de cómo meditar, qué comer y de qué manera hacer ejercicio. El formato de Historias, por tanto, ha generado y acelerado el surgimiento de la microcelebridad, aquella persona que se vuelve un influencer desde su misma red de seguidores, al grado que comercializa con su imagen digital. Y en términos mundanos, se trata de una figura identitaria que le habla a su celular, que sube veinte stories al día y que redefine su vida cotidiana desde preguntas como ¿esta foto de mi café les gustará a mis seguidores? o ¿sería prudente comenzar a hablarle al celular para dar consejos fitness?

 

Como resultado, se produce un estilo de vida demandado por la omnipresente mirada digital del otro. Esto no significa que los seguidores vean todo, pero sí que la persona que se constituye como influencer esté preguntándose, de forma recurrente, si lo que está viviendo tiene un valor social digital, es decir, si vale la pena subirlo a las redes sociodigitales para exponer una marca, un servicio o simplemente para consolidar su misma imagen digital y conseguir más seguidores. De modo que la vida misma y la identidad de la persona se vuelven un bien mercantil o, de modo más preciso, un conjunto de imágenes con un valor comercial que permiten que la exposición identitaria se vuelva un trabajo y que el celular sea la nueva oficina.

 

Finalmente, cabe mencionar que este fenómeno no corresponde únicamente a las microcelebridades, también a los seguidores o al usuario promedio. Las Historias de Instagram no sólo han generado que estas personas le hablen a la cámara, también que el usuario de Instagram se interese por compartir los detalles de su vida de forma constante, tal como lo hacen las microcelebridades. Fenómeno que, en términos generales, está generando que la vida cotidiana, poco a poco, se esté digitalizando, calculando y midiendo algorítmicamente y, sobre todo, que las experiencias humanas se estén valorando menos desde lo presencial (aquí y ahora) y más en términos de su captura, exposición y valoración en los canales sociodigitales.