Internet: ¿Cultura o cíber-cultura?

Una reflexión de los conceptos que utilizamos para referirnos a Internet y su lógica cultural.

La distancia prevalece en el entendimiento epistemológico cibernético. Parece que la mejor forma de comprender Internet es desde palabras que lo tracen como un lugar lejano y ajeno a lo offline, por no decir “realidad”. Mejor dicho, palabras como cíber-espacio o realidad online dibujan un lugar digital fuera de la órbita cotidiana, alejado de toda normalidad material (no digital). De modo que para ingresar y comprender lo que ocurre en Internet uno tiene que salirse de la órbita, tal como los astronautas, satélites o webcams de la NASA que son lanzados al universo, ese lugar infinito que aún no conocemos del todo y que lo equiparamos metafóricamente con la web.

 

Pasa lo mismo con el concepto cíbercultura. Cuando se enuncia esta palabra para referirse, como diría Geertz, al entramado de significados que al formar un universo simbólico; implícitamente se está delineando discursivamente una línea que separa la cultura cotidiana de la cíber-cultura, incluso a veces dicotómicamente (como si fueran equiparables al blanco y negro).

 

Esta forma de entender la lógica cultural de Internet es similar a los términos subcultura y contracultura puestos en tela de juicio por académicos. La crítica se orienta a que cuando los investigadores piensan en sus objetos de estudio, entendiendo sus prácticas desde el prefijo sub (o contra) están estableciendo teóricamente un a priori: que estás personas se encuentran  en un mundo subterráneo o que simplemente todas sus prácticas van en contra de la cultura hegemónica (esa que no llamamos contra, ni sub, ni cíber, y que después nadie sabe definir). De esta forma, tenemos un problema: ¿cuándo algo es cultura?, o ¿cuándo es sub-cultura?, y en el caso de Internet, ¿cuándo es cíber-cultura?: ¿acaso mucho de lo que pasa en Internet no está determinado por acciones de la cultura no cibernética?.

 

Para evitar este problema, no se trata de dejar de utilizar estos prefijos o conceptos, sino de simplemente entender el uso que le damos a las palabras, y redefinirlas en pro del entendimiento y no tanto de la definición ontológica de la realidad. Una contra-cultura puede ayudar a definir un conjunto de personas que van en contra de los valores de cierta comunidad o de la estructura política-económica definida. El término no define a las personas, sino que entiende que esas prácticas van en contra de otras, o que se desprenden de unas, o que se establecen mediante aparatos tecnológicos; hasta ahí.

 

El caso del término cíbercultura puede ayudar a entender el conjunto de prácticas y discursos que se encuentran basados, según Levy, en la interconexión: siempre es mejor la conexión que el aislamiento; la conexión es un bien en sí y que el horizonte técnico del movimiento de la cibercultura es la comunicación universal. Y que los grupos que se forman ahí son comunidades virtuales (y tribus online), que no son irreales, imaginarias o ilusorias, sino de un colectivo más o menos permanente, constante y dinámico que se organiza por medio de las herramientas digitales.

 

El lenguaje construye nuestro entendimiento del mundo, al grado que debemos saber cómo lo utilizamos y para qué. Si es para separar las cosas dicotómicamente cuando éstas son interrelacionales, el concepto no tiene un buen uso o confunde al investigador por pensar como ajeno o aislado una dimensión que está conectada. Ahora, si es para entender lógicas contrapuestas (anticultura), o delimitar el espacio en donde surgen ciertas prácticas desde las tecnologías de información (cíbercultura), los términos abonan el entendimiento de los límites y la interrelación de la cotidianeidad no tecnológica (cultura offline) con la tecnológico (cíbercultura).

 

 

 

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Referencias

 

Geertz, C. (1973). La interpretación de la cultura. Barcelona: Gedisa.

Lévy, Pierre. (2007). Cíbercultura. La cultura de la sociedad digital. Barcelona: Anthropos.