El anonimato en Internet

Un discusión entre psicólogos sociales sobre el anonimato en Internet.

Las redes sociales (o medios sociales) permiten establecer conversaciones a modo de rompecabezas, piezas dispersas que ofrecen contornos para convertirse en formas establecidas; imágenes nuevas o conocidas surgen de los trazos que se urden mientras las unidades se colocan una a una. Este diálogo se construyó como un puzzle, pieza a pieza vinculamos ideas; este es el resultado de un intercambio de dudas. Volvemos a la red, se trata de generar conexiones que nos permitan construir conocimiento, aquí el resultado del encuentro:

 

IS: Hace un par de semanas te preguntaba sobre la posibilidad del anonimato en Internet, en aquel momento tu respuesta fue —me imagino cercana a De Certeau— que el usuario siempre va dejando huellas (datos) que clausuran la posibilidad de ser anónimo en la red. Bajo ese supuesto, en Internet siempre somos alguien. Eso me recordó a Foucault quien decía que individualizar con el objetivo de controlar tiene ciertas ventajas. En Internet constantemente estamos produciendo datos que nos permiten construir una identidad, muchas veces de quién decimos ser, o pretendemos ser; quiero decir, que pasamos por un proceso en el que generamos los datos —y no sólo datos— que nos constituyen como sujetos en la red. ¿Crees que sea posible crear cierto tipo de prácticas que nos permitan subvertir identidades en Internet? Vamos, si bien los datos nos permiten identificar usuarios, ¿es posible construir una identidad anónima?

 

LG: Vayamos por partes. No es lo mismo subvertir que construir una identidad anónima en términos online. Uno puede relacionar ambos conceptos, pero tienen diferencias o sutilezas que hay que resaltar. Ser anónimo tiene que ver con ser (mostrarse) como un ente desconocido, casi siempre este término se piensa en las obras literarias: un autor escribe algo que trasciende a nivel colectivo y, por algún interés personal de fondo, no muestra su nombre o no atribuye a su persona la autoría de la obra; de modo que en la firma o apartado en donde se escriben los nombres aparece: anónimo. En cuanto a la subversión de identidad, lo entiendo más desde el punto de modificarla en repetidas ocasiones, o como diría Goffman, subvertir las máscaras que uno posee para producir ambigüedad en la identidad, “volver lo uno en múltiple” (cuestión que va en contra de la concepción del individuo: ser indivisible). Así, en el caso de Internet, un día uno puede publicar cuestiones ecológicas, otro día aspectos en pro de las empresas capitalistas que producen desperdicios tóxicos, al día siguiente temas que promueven el consumo en McDonald’s, y al final de la semana, datos que pretenden la erradicación de la empresas transnacionales. Se construye así una identidad o figura nebulosa —paradójica— o en dado caso, si se le quiere dar forma, que tiende a los extremos. La esencia sólida se disuelve en una cuestión líquida.

 

Ahora, para contestar la pregunta de la posibilidad del anonimato en Internet, se tiene que tener en cuenta la forma en que opera la red. Este espacio de carácter cibernético tiene la cualidad de medir todas las acciones de los usuarios y, en este sentido, es muy difícil tratar de ser anónimo. Cualquier acción que vincule tu nombre real o una imagen corporal con una cuenta, producirá que este mecanismo de saber/poder de inmediato haga una conexión de tus datos reales con todas las acciones anteriores que se venían colgando desde el anonimato. Además, si se piensa que el yo es el resultado de las acciones o prácticas de las personas, todas las acciones que realices en Internet dirán quién eres; por lo tanto, la medición y asociación de esos datos seguramente generará que los motores de búsqueda te definan de cierta manera.

 

En Internet, se encuentra en su máxima potencia el panóptico que describe Foucault; es decir, una tecnología de poder descentralizada y más inteligente: su valor y eficacia ya no dependen del esfuerzo de extracción de la información (no hay interrogatorios forzados), sino de la voluntad de las personas que publican día a día sus gustos, prácticas, entre otras cosas que de una u otra forma vislumbran un poco el yo en términos sociales.

 

Y creo que es en este punto donde la subversión de la identidad puede funcionar como una táctica de anonimato, pensando este término desde otra óptica: no el anonimato en el que no se conoce a la persona, sino el anonimato desde la irrupción de la identidad única. Si las acciones online de un usuario son dicotómicas, contrarias y sin sentido, es muy difícil que se pueda definir quién es la persona que las ejecuta. Si bien esto no es exactamente un anonimato en sentido purista, sí es una forma de participar en Internet sin construir una figura online única, individual y definida que el sistema pueda apropiarse sin problema alguno. En suma, es aprovechar la ambigüedad para impedir la unión, mostrar algo múltiple para que no unifique.      

 

IS: Me parece que, entre líneas, dices que a lo desconocido le es asignado una identidad, apenas se ingresa ya se comienzan a producir datos que te harán reconocible, al menos como usuario. No se puede escapar de la red, se puede extender, vivir en el límite, pero estamos capturados por sus condiciones para relacionarnos. Quizá valdría la pena pensar en prácticas que funden o promuevan otro tipo de reconocimiento. En Internet podamos elegir como presentarnos pero luce imposible no-ser-alguien.

 

Por otro lado, me llama la atención que hables de un espacio cibernético, como si se tratase de un lugar distante, que posibilitase vivir una vida lejos del teclado y otra frente al monitor. ¿Crees que Internet escinde nuestras identidades? De ser así, estaríamos hablando de la identidad como un recurso para negociar nuestras relaciones con los otros: en un espacio soy A y en otro B, en Facebook expongo lo que siento pero en el bar todo es silencio. De pronto, pareciera que nuestras vidas están aisladas, que Internet facilitaría comunicarnos pero a la vez produce un corte entre lo que es posible decir y lo que se calla, tenemos tentativamente frente a nosotros  una vida dividida entre quién soy en Internet y quién soy en la calle. Esto implicaría conducir nuestra vida por una subjetividad regida por binomios, conectado/desconectado, creo que eso nos devolvería a la discusión eterna ¿Cómo pensar el binomio público/privado en Internet?

 

Continuará…  

 

 

 

Por Iván Segura y Luis Jaime González Gil

Email: luisjaime@antropomedia.com


 

 

Referencias

  • Foucault, M. (1975). Vigilar y castigar: Nacimiento de la prisión. París: Gallimard.
  • De Certeau, M. (1999). La invención de lo cotidiano: artes de Hacer. México: Universidad Iberoamericana.
  • Goffman, E. (1987). La presentación de la persona en la vida cotidiana. Madrid: Amorrortu/Murguía.