La biología e Internet: riesgo y prevención

El yo, todo un dilema en las ciencias sociales y en la psicología, ha sido definido por las corrientes psicologistas recientes como un atributo individual (psique, personalidad, entre otros) que conforma a cada uno de los sujetos encontrados en este pedazo de espacio, tiempo y memoria, el cual se le denomina mundo. De modo que, como lo diría reiteradas veces Rose (1996), se ha inventado una especie de maquinación del yo en términos identitarios desde las disciplinas “psi”: se le piensa como una personalidad unificada, una identidad a revelar, descubrir o trabajar, una esencia que perdura a través del tiempo, un objeto de investigación, un individuo que puede ser tratado terapéuticamente entre el diván y la poltrona, etc.

 

Cuestión de un orden pragmático: para que exista la posibilidad de que “alguien” tome una sesión psicológica es necesario atribuir los problemas que le acontecen a una supuesta psique, entidad mental o inconsciente individual. Para determinar un sistema laboral y educativo con base en competencias personales, es imprescindible pensar en seres con características y cualidades especiales y diferentes a las de los demás (currículums, habilidades propias). La sociedad del siglo actual, junto con sus instituciones, necesita que exista un yo consumidor, psicológico, neuroquímico y biológico para recurrir a la terapia, recetar medicamentos y vender productos… todo esto pensado y conformado desde ámbito de lo particular, es decir, de las necesidades individuales, ya sean de salud, de deseo, o por donde se le mire.

 

Ahora bien, desde esta perspectiva del yo, más el advenimiento de las tecnologías biomédicas y de información y comunicación (TIC), este fenómeno da para pensarse/utilizarse en términos de poder: control, saber, gobernabilidad y vigilancia al estilo de la película “Minority Report”, en la cual, se preveían los delitos antes de ser cometidos mediante un sistema que utilizaba videntes para ver el futuro: delitos próximos.

 

Situándose en el terreno de la biomedicina es posible vislumbrar o comprender los esfuerzos que están realizando los especialistas en biogenética que se centran en la prevención de la susceptibilidad (predisposiciones y riesgos) para combatirlos, y por ende, optimizar la vida (Rose, 2007).

 

Dentro de estos esfuerzos, está muy vigente la idea de traducir al individuo en un yo neuroquímico predispuesto, es decir, que carga con una mácula de imperfección heredada que se activaría y manifestaría como enfermedad en circunstancias específicas futuras. Por eso en muchos lugares el diagnóstico moderno se está encaminado a la identificación de las distintas rutas etiológicas (enfermedades en términos concretos) desde el uso de escalas de riesgo para evaluar la probabilidad. Se trata de revelar las patologías invisibles -que todavía no han llegado- para intervenir y optimizar las probabilidades de vida de cada ciudadano (con dinero por supuesto).

 

En el otro terreno, el de las tecnologías de información y comunicación, especialmente en Internet, la cuestión cambia un poco pero apunta, dentro de lo que cabe, hacia el mismo objetivo: el control mediante la examinación estadística de los movimientos voluntarios de los usuarios, y la optimización ya no de la vida, sino de la experiencia de navegación y búsqueda (vida online).

 

De nuevo, se individualiza al ser, se registra su actividad de forma personal, pero se le piensa dentro de una red cibernética, movediza y que se alimenta no sólo del movimiento de un ser, sino del colectivo de seres-cibernéticos que navegan día con día. Es como una pieza del juego de ajedrez, si ésta se mueve, el juego cambia, y por ende, se vuelven a re-pensar las cosas. Interdependencia en forma reticular e individualidad en cada pieza (cada perfil es un mundo que genera su propio historial).

 

Por tanto, dos fenómenos insertados en la lógica de las ciencias grises y concepción del yo desde la individualidad. Es la era de la prevención, la optimización, el riesgo calculado y la concepción de un individuo determinado por sus características biológicas o cibernéticas e inserto en una red (real o virtual) que nutre día con día. Tanto el legado de los pre-pacientes como la creación de los perfiles online que desprenden información subrayan una cosa: la vigilancia y la concepción de la persona ya no opera en el ámbito de lo general (relativamente), se ha adentrado en lo específico, en las entrañas del ser, construyendo seres únicos que sólo comparten rasgos similares o plataformas cibernéticas, pero que tienen su historia particular que puede ser cuantificada y medida.

 

 

Luis Jaime González Gil

Maestro en Psicología Social por la Universidad Autónoma de Barcelona y Director de eResearch en Antropomedia 

Email: luisjaime@antropomedia.com

 

 

Referencias

  • Rose, N. (1996). Inventing Our Selves. Cambridge University Press, Capítulo 1. Traducción: Ángeles López
  • Rose, N. (2007). Políticas de la vida: Biomedicina, poder y subjetividad en el siglo XXI. Buenos Aires: Unipe.

 

 

 

 

 

 

< Regresar