
El hashtag es todo un fenómeno que está creciendo de manera exorbitante. Simplemente, si miramos con atención (o inclusive de reojo) los distintos medios sociales es imprescindible que no veamos las miles de cadenas de caracteres concatenados por el signo # que aparecen en las publicaciones de las personas que seguimos. Tanto en Twitter como en Facebook (por no decir más), el gato se ha convertido en uno de los signos que más utilizamos para describir las emociones, los lugares y los acontecimientos en los que estamos inmersos. Eso sí, éste tiene una condición de uso: siempre debemos utilizarlo antes de la palabra o palabras que deseamos escribir. Frases como #carneasada, #yaessabado, #viendoelsuperbowl son sólo algunos ejemplos de los millones de hashtags que se escriben a diario.
Siendo concretos, podemos ubicar el origen de este fenómeno en la red social denominada “Twitter", y por añadidura, saber que dadas las características de esta plataforma o microblog, este signo se creó para que, a partir de la utilización de etiquetas, podamos expresarnos totalmente en 140 caracteres. Resulta más sencillo, práctico y breve escribir #amigos #domingo #superbowl que “estoy con mis amigos en este domingo de superbowl”, sólo hay que contar las palabras.
Asimismo, desde el lado mercadotécnico, el hashtag se instituyó para producir elementos o frases rastreables que pueden ser muy bien aprovechadas por las personas que se dedican al marketing, al análisis de contenido o a la predicción de temas colectivos y endencias. Dispositivo económico del saber: el hashtag permite que construyamos rápidamente un conocimiento colectivo cuando lo escribimos en nuestras publicaciones.
Ahora, como en todos los casos, el uso de cualquier palabra siempre se transforma con el andar humano. En este caso, la lógica del hashtag ha sobrepasado las aspiraciones de los creadores de Twitter, y se ha adentrado a otras plataformas cibernéticas -tales como Facebook- en donde no existe un número limitado de caracteres en las publicaciones, e incluso no se detectan las frases para determinar tendencias actuales.
Ya no se trata de utilizar un símbolo por la imposibilidad de explayarnos en las publicaciones, ni tampoco para contribuir en una campaña colectiva titulada #porelbienhumano. Simplemente el
hábito se ha adentrado en la cotidianeidad de las personas, y como resultado, parece que ha comenzado el reino de la comunicación por categorías, un metalenguaje que deja a un lado las
descripciones extensas. Contrariamente a la forma tradicional de conversar con detalles, el hashtag se circunscribe en otro nivel operativo y funcional del lenguaje. Cuando lo escribimos,
clasificamos nuestras publicaciones en categorías abstractas que bien pueden ser utilizadas por otras personas para describir otros momentos que aparentemente no tienen ninguna relación.
De tal manera, de continuar la tendencia, es posible que en un futuro desarrollemos una forma distinta de dialogar utilizando únicamente grandes categorías precedidas del signo #; los detalles y especificaciones ya no valdrán la pena argumentarlos ya que quedarán implícitos en el entendimiento popular por el hashtag utilizado.
No obstante, es muy complejo imaginar un mundo conversacional sostenido por hashtags. En el supuesto de que este fenómeno llegue a ocurrir, habrá ocasiones en que éste venga acompañado de una explicación detallada para complementar la idea, o habrá debates y diálogos relacionados a la etiqueta para entender lo que nos tratan de decir los demás con la frase #noesdereyes. Finalmente, el significado no surge exclusivamente por las palabras, signos o hashtags, más bien éste se genera en la interacción humana, es decir, en la forma en que utilizamos las palabras, en el juego del lenguaje.
Luis Jaime González Gil
Maestro en Psicología Social por la Universidad Autónoma de Barcelona y Director de eResearch en Antropomedia
Email: luisjaime@antropomedia.com