La factualidad del lenguaje: un asunto retórico

Lenguaje

El espejo y el taller de construcción. Dos simples metáforas que utiliza Potter, en 1998, para representar, por así decirlo, el papel o la función de las descripciones. En la primera, las palabras son trazadas como una superficie plana, pasiva y neutral que refleja la forma de las cosas mediante descripciones, representaciones y relatos. A medida que las palabras logran revelar la realidad, éstas adquieren fiabilidad, transparencia y literalidad, y en caso de que no, se traducen en mentiras y confusiones. Aquí el problema es el espejo (el lenguaje utilizado), y por ende, hay que limpiarlo, pulirlo e incluso destruirlo para adquirir uno nuevo; tecnificar el lenguaje diría Fernández (2004).

 

Por otro lado, en la metáfora del “taller de construcción” las palabras actúan en dos niveles: son constructoras del mundo y, al mismo tiempo, son prácticas humanas que podrían ser diferentes, es decir, se pueden deconstruir y reconstruir dependiendo de su contexto lingüístico, tal cual como una casa. En este sentido, por cuestiones pragmáticas, Potter (1998) se posiciona dentro de esta metáfora [1], sobre todo para argumentar que las descripciones no son entidades fijas y pasivas, sino que son construcciones discursivas que se legitiman a partir de un proceso retórico. Vale decir que por retórica se entiende cualquier relación antagónica en donde las descripciones se contraponen a otras descripciones alternativas, y a la vez, se organizan para resistirse a una oposición (ibíd.). De ahí que las descripciones pueden ser socavadas o cosificadas a partir de ciertos mecanismos.

 

Los intereses y la acreditación de categorías son mecanismos que están relacionados a la construcción del agente, de manera que permiten controlar la naturaleza y el posicionamiento del productor de una descripción. En términos generales, las acreditaciones se pueden utilizar para elaborar la factualidad de los relatos y los intereses para socavarlos (Potter, 1998). La acreditación permite que el individuo se posicione como experto o testigo directo de la temática en cuestión, mientras que los intereses dan a entender que la descripción está fabricada desde la conveniencia del sujeto; y no desde el hecho en sí.

 

El discurso empirista, los detalles y el consenso son mecanismos exteriorizadores que “permiten interpretar que el fenómeno descrito existe en virtud de acciones que sobrepasan el ámbito de la agencia humana” (Woolgar 1988, p. 75): el discurso empirista permite que se emplee una forma gramatical que elimina al productor de la descripción; el consenso consiste en obtener la sanción de testigos fiables para transformar la descripción en un hecho y no en una mera opinión (Potter, 1998); y la riqueza de los detalles configuran una trama mediante la cual se produce un contexto de familiaridad vivencial (Cabruja, Iñiguez y Vázquez, 2000), la historia cobra vida en la cotidianeidad de las personas.

 

De esta forma, “los hechos no preceden de las narraciones, sino que se convierten en tales en virtud de la elaboración del entramado mismo de la narración, a través del cual adquieren su factualidad” (Cabruja et al., 2000, p.76). No obstante, hay que advertir que estos mecanismos no son factores externos al contexto lingüístico. Concebirlos como elementos extralingüísticos, sería lo mismo que posicionarse en la lógica de la metáfora del espejo, ya que se está afirmando que existe una entidad que interviene soberanamente en la construcción de la factualidad (en la metáfora del espejo son los objetos y en este caso serían los mecanismos). En realidad, el concepto construcción se refiere a la posibilidad de montaje y fabricación en y por la interacción (Potter, 1998); mas no al reemplazo de la soberanía del objeto por la soberanía de los mecanismos constructores. Al final, la factualidad se logra a partir de un proceso intersubjetivo. Los mecanismos están sujetos al contexto en el que se desenvuelven, y específicamente, al proceso retórico entre las versiones antagónicas [2].

 

 

Luis Jaime González Gil

Email: luisjaime@antropomedia.com

 

 

Notas

[1] No hay mucho que hacer con el reflejo en un espejo; podemos limpiar el espejo, comprobar que sea plano y liso, pero esto sólo está relacionado con su capacidad de recibir pasivamente una imagen. Sin embargo, una casa es construida por personas, y podría tener tres chimeneas y montones de ventanas, o podría carecer de chimeneas y tener varias contraventanas. Podría construirse a base de cemento, ladrillos, o vigas y cristal, y podría ser muy fuerte o más bien frágil (Potter, 1998, p. 130).

 

[2] Por ejemplo, en el caso del mecanismo denominado detalle. “[Estos] se pueden examinar en busca de contradicciones y confusiones […] Aunque la riqueza de detalles permite al lector hacerse una idea, también le permiten intervenir activamente en la historia e invertir su fuerza moral”. (Potter, 1998, p. 213- 214)

 

 

Referencias

 Cabruja, T.; Íñiguez, L.; Vázquez, F. (2000) Cómo construimos el mundo: relativismo, espacios de relación y narratividad. Anàlisi, 25, 61-81.

Fernández, P. (2004). La sociedad mental. Anthropos: Barcelona.

Potter, J. (1998). La representación de la realidad: Discurso, retórica y construcción social. Sage: Londres.

Woolgar, S. (l988). Science: the Very Idea. Londres: Tavistocik.