Los residuos de la modernidad

Una reflexión sobre a modernidad, su pensamiento, y sus residuos.

Residuos de modernidad

Hoy en día, la modernidad, esta tradición de la cultura occidental que va desde los filósofos griegos hasta su auge impresionante en la Ilustración (Rorty, 1996), se encuentra impregnada de manera impresionante en la cultura occidental del siglo XXI.

 

La verdad es que el conocimiento científico (producto de la modernidad), se ha inmiscuido en todos los ámbitos de la sociedad: aparece en las empresas, cuando se traducen todas las actividades, ingresos y egresos en estadísticas, valores y probabilidades; en los comerciales televisivos, cuando la credibilidad de los productos se demuestra con frases como “científicamente comprobado”, “según los expertos”; en las escuelas, cuando se evalúa psicológica y académicamente a los niños por medio de calificaciones y coeficientes intelectuales; e indiscutiblemente, en las comunidades o laboratorios científicos: estos centros que se dedican a experimentar en nombre de la verdad, el progreso y la razón.

 

No obstante, aunque, en los últimos siglos, este pensamiento ha sido determinante en la construcción del conocimiento de la realidad humana y el progreso tecnológico; estos hechos no lo exentan de producir desperdicios y residuos humanos. Por un lado, el diseño de vida moderno ha generado una cantidad impresionante de residuos materiales; los laboratorios atómicos ya andan alquilando islas o países, a los que llaman traspatios, para poner ahí su basurero; incluso, los científicos, en su afán de construir nuevos aparatos, terminan deshaciendo objetos naturales (Fernández, s/f). Y por otro lado, a causa de los procesos económicos y la búsqueda incesante del orden, la modernidad ha producido una cultura de residuos humanos (emigrantes, refugiados, parias), esos que Bauman, (2005) llama poblaciones superfluas, que tienen la característica de ser desechadas por ser desechables, “cual botella de plástico vacía y no retornable; una mercancía poco atractiva sin compradores o producto inferior o manchado” (p. 24).

 

En este sentido, no todo lo que ha producido la modernidad (y la ciencia) genera un beneficio a la humanidad. El modo de ser moderno estriba en el cambio compulsivo y obsesivo: en la refutación de lo que es meramente en el nombre de lo que podría ser (Bauman, 2005). De manera que ahora las personas y los objetos son valuados desde la dicotomía útil/desechable, y por lo tanto, la sociedad se moderniza cuando se desechan los desperdicios de las plantas nucleares a otros lugares y cuando se invisibilizan las poblaciones superfluas. [1] El objetivo es, por tanto, una inclusión a través de la exclusión (Foucault, 2007), o en otras palabras, un mecanismo de inclusión que desecha lo que no se localiza dentro del marco moderno.

 

Nosotros cinco, en verdad, tampoco nos conocíamos antes y, si se quiere, tampoco nos conocemos ahora, pero lo que es posible y admitido entre nosotros cinco es imposible e inadmisible en ese sexto. Además, somos cinco y no queremos ser seis (…). Pero, ¿cómo enseñar todo esto al sexto, puesto que largas explicaciones implicarían ya una aceptación en nuestro círculo? Es preferible no explicar nada y no aceptarlo (Franz Kafka, "Comunidad"). 

 

 

Antropomedia

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Notas

[1] Bauman (2005), menciona que “desechamos lo sobrante del modo más radical y efectivo: lo hacemos invisible no mirándolo o impensable no pensándolo” (p. 42-43).

 

Referencias

Bauman, Z. (2005). Vidas desperdiciadas: La modernidad y sus parias. Barcelona: Paidós.

Fernández, P. (s.f.). Recetas de la cocina de la torre de marfil. Facultad de Psicología. UDG. Conferencia dictada en la Universidad de Guadalajara.Obtenido desde: www.dialogosaca.blogspot.com. Última revisión: 23/11/11.

Foucault, M. (2007): El nacimiento de la biopolítica. México: Fondo de Cultura Económica.

Rorty, R. (1996). Objetividad, relativismo y verdad. Escritos filosóficos I. Barcelona: Paidós.